Los Albatros son en la actualidad el ave voladora más grande que
existe. La envergadura de sus alas llega a superar los 3,5 metros y
pesan alrededor de ocho kilogramos. Extraordinariamente eficientes
en sus vuelos, con planeos dinámicos que les permiten cubrir grandes
distancias con poco esfuerzo. Se ha llegado a controlar largos vuelos
circumpolares de bastantes ejemplares y llegan a desplazarse a razón
de 300 kilómetros diarios, durante semanas. Así, han llegado a
cubrir distancias superiores a los 10.000 km en un solo viaje.
Su pico es grande, fuerte y aguzado, con el maxilar superior que
termina en gancho. El plumaje es casi totalmente blanco, excepto en
las puntas y el extremo posterior de las alas en los machos adultos.
Se alimentan preferentemente de calamares, peces y krill, bien
recogiendo animales muertos o capturando su alimento vivo, tanto en
la superficie del agua como sumergiéndose hasta 15 metros de
profundidad.
Son aves coloniales y establecen con sus parejas una relación
monogámica. Viven sobre 50 años. Hacen una nidada cada dos años y
sólo ponen un huevo en cada ocasión. El polluelo antes de cumplir
los dos años, abandonará la colonia que le vio nacer e iniciará un
largo viaje, para ir visitando a otros grupos en sitios alejados,
hasta decidir a que nueva colonia se une. No suelen tomar pareja
hasta los diez años de edad.
Los jóvenes no criadores (entre 3 y 9 años) una vez que han
decidido con que grupo vivirán, se dedicaran durante años a
practicar los complicados rituales de apareamiento y a los distintos
“bailes” tan conocidos de la nueva familia que los adopta.
El ritual lo conforman distintos y variadas acciones, tales como
acicalado, señalar direcciones, hacer llamadas, producir sonidos
batiendo los picos y desplegando sus enormes alas, quedarse con la
mirada fija y combinaciones más o menos complejas.
Cada primavera en las islas Galápagos miles de jóvenes machos,
dedican cada mañana a realizar su “danza”. Así muestran su
esplendido plumaje, signo de salud, la vitalidad de sus alas y el
tamaño y vigor de su pico, que determinará la cantidad de alimento
que podrá traer a casa. Las hembras “solteras” observan
atentamente y ellas terminaran escogiendo a su pareja para el resto
de su vida. Cada una se acercará al joven macho que ha elegido y
“bailará” con el. Cuando el ritual termina, las nuevas parejas
formadas buscaran el lugar idóneo para hacer su nido. Los que no han
encontrado pareja, les toca repetir al día siguiente. Los jóvenes
machos no suelen ser elegidos por las hembras hasta que han
participado en el ritual varios años y dominen absolutamente los
movimientos y combinaciones, concretos de cada colonia.
Un grupo de zoólogos norteamericano que lleva varios años haciendo
un seguimiento exhaustivo de una colonia de Albatros en Las
Galápagos, también conocido como archipiélago de Colón, terminó
poniendo nombres propios a varios de aquellos interesantes
personajes, tras descubrir que llevan una vida intensa y que merecen
una atención especial.
Les llamó la atención una Albatros especialmente bien
proporcionada, que tenía nido pero no pareja. En primavera no
prestaba atención a los bailes rituales de los jóvenes y solía
permanecer sola. Dedicaba horas cada día a desde la parte más alta
del acantilado, mirar al océano, cómo si esperase la llegada de
algo o alguien. Concluyeron que su pareja debió salir a buscar
alimento y sufrir un accidente. Al posarse sobre la superficie del
agua o bucear para buscar alimento, a veces son atacados por
depredadores. Le pusieron por nombre Dasha (en griego significa
“regalo de los dioses).
Aquel mes de Marzo, repetía por quinto año un joven y corpulento
macho, que traía colocada una anilla en su patita derecha, esta lo
identificaba como originario de la costa Australiana. Este año se le
veía mucho más seguro. Sus pasos, sus movimientos eran
aparentemente perfectos. El batir de sus alas era estruendoso. El
poder de su enorme pico se dejaba entrever por el agudo sonido de sus
“repiques”. Destacaba de entre los otros jóvenes machos por su
envergadura. Se terminó apoderando de una parcela de playa muy
superior a la habitual. La procesión de hembras solteras no se hizo
esperar. Hasta siete candidatas se unieron a la danza frenética de
aquél portentoso macho, que los zoólogos terminaron por llamar
“Cyril” (orgulloso).
Nuestro protagonista, cuando vió separarse el grupo de “novias”
para que siguiera a una de ellas, terminó por no secundar a ninguna.
Al día siguiente, nuevo “baile” desenfrenado” pero con una
coreografía muy vistosa. Once jóvenes solteras se unieron a una
“danza” inigualable. Reflejaba control, fuerza, seguridad. Era el
candidato perfecto para futuro padre, pero decidió no seguir a
ninguna. En solo cinco días, las jóvenes solteras habían tomado
pareja. Entre los pretendientes destacaba uno sobre manera. No se
entendía porque habiendo disfrutado de un total de 39 ofertas de
“matrimonio”, no tomó a ninguna.
Finalizado el ritual de apareamiento, los jóvenes se dispersaron.
No volverían a intentarlo hasta el siguiente año.
Sorprendidos y algo defraudados, los observadores decidieron hacer
un seguimiento especial de aquél portento de joven macho. Este se
había situado a escasa distancia de Dasha. Durante cinco semanas
ininterrumpidas, cada día y durante horas repitió el ritual de
apareamiento, solo para ella. Dasha permanecía impasible. Aparentaba
ni mirarlo. El ruido del batir de alas y pico, era inevitable oírlo
en varios kilómetros a la redonda.
A principios de Junio Cyril cambió su táctica. Volvía del
interior del océano con peces enormes y vivos, que o bien había
capturado en la superficie del agua o buceando. Dasha no probó ni
restos de peces muertos ni Krill, pero cuando le dejó ante ella un
pez vivo de un tamaño considerable (en la distancia y con ayuda de
prismáticos se estimó que aquél ejemplar debía pesar no menos de
2 kg) ella por fin cedió. Orgullosa, lenta y pausadamente se acercó
al pez y comenzó a comer. Cada día de aquel verano (año 2.006)
Cyril trajo el alimento para Dasha.
Pasó el verano y llegaron las primeras lluvias. Los zoólogos
tenían el convencimiento que a la primavera siguiente, formalizarían
una pareja estable para muchos años.
Tres días antes de levantarse el campamento (28 de Octubre)
decidieron observar una vez más a este proyecto tan serio de pareja
de Albatros. Llovía intensamente. Sorprendidos, vieron que Dasha
estaba acomodada en su nido en forma de “taza” y un Cyril
cariñoso y atento, cubría con su ala derecha desplegada el cuerpo
de su amada. La imagen era enternecedora.
A finales de Febrero de 2.007, el equipo de investigadores de la
fauna oceánica volvía a las islas Galápagos. La colonia parecía
seguir sin cambios. Dasha y Cyril eran pareja. Realizaban vuelos
acrobáticos y no se separaban.
En Abril, Dasha puso un blanco y precioso huevo. Se turnaban para su
incubación. Setenta y tres días más tarde nació una hermosa
polluela “Alysa” que significa princesa.
Hubo que seguir con el anillado e identificación de ejemplares. El
31 de Octubre se desmontaba el campamento. Arriba en el acantilado,
dos preciosos Albatros compartían un nuevo amanecer.
A veces, somos testigos de más humanidad en los animales que en las
personas. Dasha y Cyril van por su tercer descendiente (primavera de
2.011). Ella, de un blanco inmaculado y unas proporciones perfectas.
El, enorme, dotado de un cuerpo que representa, hoy por hoy, al
Albatros más grande y armonioso que se ha podido observar.
Seguiremos informando, saludos
Ritual de apareamiento de Albatros.
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