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Con frecuencia, se nos presenta por los distintos medios de comunicación, noticias que dependiendo del medio, más que informar, aparentemente se trata de crear un pensamiento único. Así, por citar un ejemplo clarificador, podemos recordar como se trató el tema del Juez Garzón. La noticia, básicamente, era que iba a ser procesado por presunta prevaricación. Desde el Gobiernos del Sr. Zapatero y sus amigos subvencionados, más los medios afines, se trataba de resaltar la labor de citado Magistrado contra el terrorismo. Nada que objetar si realizó su trabajo adecuadamente. Pero, acerquemos "La Lupa" a la noticia. La cuestión que nos debe preocupar es, ¿prevaricó sí o no? La Lupa nace con el próposito de tomar cada una de aquellas noticias, sobre temas o personas especialmente relevantes, examinándola desde diversos ángulos y tratando como objetivo principal ser veraces y objetivos. A todos, bienvenidos.



viernes, 1 de octubre de 2010

El estanque de Príapo

La localidad estival de Bad Ischl en el verano de 1.853, fue el lugar elegido para formalizar el compromiso matrimonial, entre Francisco José I de Austria y la princesa Elena de Baviera. En cambio el Emperador quedó fascinado de la hermana menor de ésta, Elisabeth  (conocida como Sissi) de tan solo 15 años, quién se encontraba allí de casualidad. El amor surgió de forma inmediata entre ambos, de tal forma que el compromiso se celebró al día siguiente.
     El 24 de abril de 1.854 Sissi y Francisco José se casaron en Viena. Se convertían en la pareja más observada del mundo. Ambos poseían un enorme encanto personal y la gente les consideraba protagonistas de un hermoso cuento de hadas de la vida real.
     La emperatriz Sissi era tan aficionada al campo, la fauna y las plantas, que Francisco José hizo que se le construyera un gran estanque, en los inmensos jardines del palacio imperial de Schönbrunn. Allí no faltaban nenúfares, lotos, lirios, jacintos de agua y gran variedad de plantas flotantes. Se había dispuesto un ornamentado embarcadero, desde donde se podía acceder casi, al corazón del propio estanque. El nombre escogido para aquél maravilloso lugar fue "El estanque de Príapo", quién según la mitología griega, era el dios de los jardines, de las viñas y de la fecundidad.
     Sissi pasaba allí largas horas, siempre que su agenda oficial se lo permitía. La noticia llegó hasta el último rincón de Europa. Fue entonces cuando El Zar Nicolás I y su esposa Carlota de Prusia (Alexandra Feodorovna), decidieron regalarle una pareja de cisnes "cantor". La iniciativa seria secundada por la gran mayoría de casas reales del viejo continente, por lo que en pocos meses, el ya famoso estanque, además de peces de colores y anfibios diversos, estaba poblado por un nutrido grupo de estas fascinadoras aves. El cisne cantor cuando vuela, puede emitir un sonido similar al de una corneta, pero cuando se desplaza sobre el agua, puede producir una gran variedad de sonidos suaves y melodiosos. De ahí su nombre.
     Aquí comienza la leyenda que hoy narramos. Entre los cisnes destacaban Ralf, que era el líder del numeroso grupo y Mistra, la más bella criatura que había sido vista en un estanque. Siempre marchaban juntos. Su felicidad parecía no tener límites. Siempre, a la caída de la tarde, iniciaban su lento y parsimonioso paseo sobre las aguas del embalse. A la cabeza del grupo, nuestros protagonistas seguidos por sus gregarios, se trasladaban a la vez que emitían unos armoniosos sonidos, que dan lugar al famoso "canto de los cisnes". Todo era felicidad y armonía hasta aquél día. Poco después del amanecer, una de esas clásicas jornadas otoñales, en que los nublados y la bajada de temperatura es habitual, un gran número de gansos aterrizaba a orillas del estanque imperial. Se trasladaban buscando una zona más cálida para pasar el invierno. Al descubrir aquél Edén, no quisieron pasar de largo y decidieron examinar el lugar con detenimiento. Alborotaban dentro y fuera del agua. Nunca se había oído tanto graznido y aleteo en el estanque. Mistra que los observaba desde su cubil, estaba perpleja de que unos seres tan parecidos a ellos, tuvieran un comportamiento tan distinto e infantil. Parecían felices y toda su actividad era lúdica. Poco a poco se fue acercando al agua. Al principio Mistra se mantuvo alejada  de los intrusos, pero el continuo alboroto y la actitud tan divertida de los gansos, hizo que nuestra protagonista se acercara más y más. Cuando estaba muy cerca de aquellas aves migratorias, uno de ellos reparó en la compañera de Ralf. Enseguida se percató de su majestuosa presencia. Desde ese instante le dedicó toda su atención. La integró en el grupo y la hizo participar activamente en sus juegos. Al mediodía, las aves iniciaban lo que parecía otro vuelo de reconocimiento. Abajo, Ralf miraba al cielo sin comprender, como su compañera se alejaba, sin haber intercambiado ni una mirada. ¿Dónde iba?, ¿con quién iba?, ¿porqué lo abandonaba? La tristeza le inundaba todo su ser. Mistra que se encontraba totalmente distraida, no se percataba que su estanque se iba quedando cada vez más lejos. Aún en pleno vuelo, las "gansadas" eran constantes y ella se divertía como nunca. A la caída de la tarde, miró hacía abajo intentando ver a sus compañeros y tratando de localizar a Ralf, pero el paisaje que contemplaba no lo reconocía. Un estremecimiento recorrió su corazón. El grupo hizo noche en la ribera de un rio y a la mañana siguiente, iniciaban el vuelo migratorio. Mistra no se decidía a dar la vuelta, por temor a extraviarse, jamás había abandonado los jardines de palacio. Echaba de menos a su compañero. Los largos paseos a la caída de cada tarde. El armonioso canto de sus amigos. Pero la vida entre los gansos parecía tan divertida. Los días de vuelo se fueron sumando. Las jornadas resultaban agotadoras. El frio les empujaba a volar jornadas extenuantes. Al cabo de unas semanas llegaban a la zona norte del Mar Mediterraneo. Abajo contemplaban la isla de Ikaria (Grecia), que debe su nombre al héroe de la mitología Icaro, hijo de Dédalo, con quién escapó del laberinto de Creta, volando con alas de cera que se derritieron al acercarse demasiado al Sol. El atrevido joven cayó al mar ahogándose, y dicho mar fue denominado en su honor Mar Icario.
     En esta isla la temperatura era mucho más suave. Aquí pasarían el invierno.  Los gansos dedicaron las primeras jornadas, a reponerse del esfuerzo del largo viaje. Mistra se encontraba a gusto con su nuevo amigo, pero añoraba a Ralf. Debemos recordar que los cisnes no suelen cambiar de pareja a lo largo de su vida, salvo fallecimiento del  compañero. No había día que la "princesa" del estanque, no llorara por su verdadero y único amor. Cuando aquél ganso tan juguetón, intentó cortejar a Mistra, esta se alejó de él y lo evitaba, así que aquél tuvo que buscar pareja entre los gansos. Ella, sola y con su corazón abatido, pasaría el invierno más largo que nunca pudo imaginar.
     Cuando la primavera se acercaba y los días se volvían cada vez más largos y templados, el numeroso grupo de gansos inició el viaje de regreso a centroeuropa. De nuevo,  largas jornadas de un batir de alas constante. Mistra ya no jugaba, solo pensaba en su compañero. ¿Abría tomado él nueva pareja?, ¿En que situación quedaba ella con respecto al grupo? y sobre todo, ¿le aceptarían los cisnes tras verle marchar con aquellos ruidosos amigos?. Cada jornada mientras volaba sin cesar, Mistra solo pensaba en su único y gran amor. La casi certeza de que él habría tomado esposa, al intuir que ella no volvería, la embargaba en la tristeza más amarga, que nunca pudo imaginar. Los días se sucedían monótonos y anodinos. No tenía idea del número de jornadas que llevaba viajando, cuando un atardecer se detenían en un paraje, que a ella le resultaba familiar. Pasó la noche impaciente, esperaba al día siguiente para examinar con detenimiento el lugar dónde se encontraba. Al amanecer el grupo de gansos se ponía en marcha. Mistra se quedó en tierra. El olor, el paisaje, hasta los trinos de pájaros podía reconocer. Inició un vuelo circular y enseguida lo vio. Allí estaba su estanque. Su casa. Hizo varias pasadas en vuelo rasante. No veía a ninguno de sus congéneres. ¿Dónde estaban?, ¿Qué habría pasado? De pronto cayó en la cuenta. Era por la mañana y los cisnes habitualmente, salen al atardecer. Aterrizó cerca del embarcadero y dedicó las siguientes horas a acicalarse. Con un pico certero y preciso, colocaba sus plumas y les daba un porte elegante y bello. Estaba tan impaciente que podía oír los latidos de su corazón. Las golondrinas con su vuelo, anunciaban el inicio del fin de ese día. Ella atenta a cualquier sonido, esperaba, esperaba y desesperaba. ¡Por fin! avistaba a sus añorados amigos. Se refugió avergonzada entre las adelfas que poblaban la orilla del estanque. El grupo pasó por delante del embarcadero. Ella podía oír el leve sonido, del armonioso y suave desplazamiento de sus amigos en el estanque. Cuando estos se alejaban, ella muy despacio se introdujo en el agua. Comenzó a seguirlos y se iba acercando cada vez más. Cuando estaba muy próxima a la cola del grupo, los cisnes se detuvieron. Algunos miraron atrás con sorpresa. ¿Quién sería aquella recién llegada? Ella estaba impaciente por ver la reacción de aquellos. De pronto se percató que desde la cabeza del grupo, se acercaba Ralf. Este llegó hasta Mistra y se detuvo a su lado. Intercambiaron miradas y ella inició un suave roce de picos. El, lejos de apartarse, parecía disfrutar tanto como ella. A continuación se dirigió de nuevo a su puesto. Ella estaba atrás y el grupo no se ponía en marcha. Miradas impacientes le hicieron saber que debía subir, al menos unos cuantos puestos. Inició una dubitativa andadura. A cada puesto que escalaba, se detenía un momento para que la reacción de sus compañeros, le indicara dónde debía quedarse. Avanzó. Siguió avanzando. Pero no se ponían en marcha. Ella sorprendida, alcanzó la cabeza del grupo. Estaba inmediatamente detrás de Ralf. Este, miró atrás y le hizo un evidente gesto. Ella se colocaba a su derecha y finalmente, reiniciaban la marcha. El corazón de Mistra, latía como loco. Era un sueño, había vuelto y el la había esperado. Ya de noche, los cisnes se acomodaban cada uno en su cubil. Ella no se atrevía a entrar en el que había compartido con su compañero, pero él le hizo un claro gesto y ella supo que seguía ocupando el corazón de Ralf. Aquella noche, por fin Mistra descansó. De nuevo estaba en casa, con su gran y único amor. Jamás volverían a separarse. Los días de aquél verano, se sucedieron entre gestos de cariño y tranquilos paseos por el estanque, acompañados del canto más suave y armonioso  que cisne alguno podía emitir.
     A veces, puede distraernos el canto de sirenas y olvidamos que justo a nuestro lado, está la persona que siempre habíamos soñado encontrar. Nos comentaba un buen amigo nuestro (Cáncer), que recientemente había contemplado fotografías de su esposa (Escorpio), cuando era muy joven. Entonces recordó lo bella que era. Su largo y algo rizado cabello. Tan suave. Sus enormes ojos y una cara angelical. Como ella le cantaba bajito en las tardes de sábado. Los paseos cogidos de la mano. Las largas pero cálidas noches de invierno. Ahora que se acerca el 33 aniversario de su enlace, Cáncer la mira con ternura y no olvida, que quién hoy sigue a su lado, es la mujer que de joven soñó tener.
     Recordar. Si sois tan afortunados de haber encontrado aquella persona, que soñabais como pareja. No permitir que el canto de sirenas, os alejen de su lado.
      Saludos



                                                 MISTRA Y RALF

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